Humanos revalorizados
Por Carla Toche Casalino
Quiero dedicar la primera entrada de este blog a nuestros muertos olvidados. Víctimas marginadas que, hasta la actualidad, solo llenan el recuerdo y la incertidumbre de sus familiares y amigos sin poder hallar un lugar de paz ni descanso.
La construcción de una sociedad civilizada es un trabajo colectivo entre el Estado y la ciudadanía que este reconoce como tal. La práctica de valores que realzan y revalorizan la condición humana de las personas se encarna en cómo nos relacionemos con nuestros ámbitos privado y público, reconociendo la pluralidad entre nosotros y generando una serie de pautas que nos convocan al respeto y tolerancia. Sin embargo, la experiencia particular nos arroja un panorama diferente. La ausencia total de empatía y respeto del Estado, contra una población vulnerable, pone en evidencia su nula capacidad en responder a necesidades surgidas en momentos sumamente críticos como la desaparición, tortura y muerte de amigos y familiares a manos de las fuerzas armadas y del grupo terrorista Sendero Luminoso. Frente a este hecho, personalmente desprendo dos reflexiones. Primero, considero aborrecible que, luego de estas terribles experiencias, los poderes estatales aun no son suficientemente capaces en alcanzar un grado humano de indignación y dolencia hacia el sufrimiento colectivo. Segundo, considero de suma urgencia poder establecer (o restablecer) el vínculo, que en algún momento se perdió o que capaz hasta ahora no se generó, entre la población que sigue siendo afectada por el conflicto armado interno y el Estado.
No generar justicia ni brindar un espacio de descanso apropiado es excluir del sistema a más de 15 mil víctimas que no son reconocidas como ciudadanos o, peor aún, como humanos que merecen dignidad también en la muerte. Aprender a vivir es, también, aprender a relacionarnos con nuestros muertos, respetarlos y reivindicarlos como parte de un colectivo y como parte de un rito de duelo que, lamentablemente, no hemos ni siquiera empezado como sociedad, acaso como resultado de la incapacidad de relacionarnos como sociedad, acaso como resultado de la incapacidad de aprender a relacionarnos con nosotros mismos y nuestro pasado.
Quisiera contar con algún mecanismo o formula aplicativa para encontrar soluciones concretas y viables a estos problemas. Sin embargo, lo único en lo que puedo pensar es en el trabajo colectivo y constante de todos nosotros para ser capaces de actuar humanamente y ver en los otros nuestra propia humanidad.
Para terminar, quisiera compartir un artículo escrito por Milagros Salazar, profesora de periodismo de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya, titulado Perú busca a los muertos de la guerra a paso lentísimo.